“Una tardecita, la familia Díaz se había mudado a una nueva casa quinta. Los nenes felices fueron a jugar al patio y vieron un árbol gigante que, entre sus hojas, ocultaba algo: una hermosa casita de madera se acercaron sorprendidos. Las ventanas y las puertas se abrían y cerraban solas. Asustados salieron corriendo. Contaron todo a sus padres, los escucharon y fueron hacia el lugar. Se acercaron, había desaparecido. El árbol estaba sin hojas”
Verónica Cabrera
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