La ciudad de General Juan Madariaga, ubicada al sudeste de la provincia de Buenos Aires, tiene una característica muy notable: tranquila, rodeada de campos, estancias, espacios verdes, lagunas, gente amigable y donde el cielo azul se puede ver cada día.
No hay grandes edificios, sus calles con árboles hacen que los veranos sean más suaves y tolerables .
En la zona oeste, se encuentra la antigua estación del ferrocarril, donde todavía queda parte de las oficinas. Ya no se escuchan más las campanas que hacía sonar el jefe de la estación, anunciando la salida de aquella máquina que lanzaba vapor, mientras sus ruedas pesadas patinaban en las vías .
Sobre un costado de los galpones, se levantaba una gran máquina; allí trabajaba Mario, dedicado al almacenamiento, secado y limpieza de cereales; quien, con toda dedicación y esfuerzo, lo llevaba adelante durante años. Casado, con hijos y con la responsabilidad de mantener una familia.
Los días se hacían largos en época de cosecha, el perfume a cereal tostado, quedaba suspendido en el aire por largo tiempo, las noches frías también eran testigo del trabajo realizado. Los trenes llegaban con largas filas de vagones cargueros que, después de muchas horas, llevaban el cereal, para ser enviado al puerto.
Ahora las vías descansan, el paisaje ha cambiado, ya no suena la campana, ya no hay perfume a cereal tostado y Mario, ya entrado en años, solo le queda el recuerdo de una época pasada. Ahora descansa y lo cuenta como anécdota .
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