viernes, 2 de diciembre de 2011

REDES SOCIALES


Por Josefina Salvo


El domingo era como una repetición para él: música de fondo, en su sillón, a una tenue luz, los cigarros a un costado y sus anteojos de lectura por la nariz. Allí comenzaba Sherlock Holmes leyendo el periódico, siempre deteniéndose atentamente en la sección informativa sobre asesinatos. Era su pasión investigar los casos. Eran las 11.40, se detuvo en algo particular que salía en las noticias desde hace ya unos cuantos días, Holmes había perdido la cuenta, se trataba del caso de una joven desaparecida, por la que ofrecían una recompensa interesante. Eran momentos complicados para él, así que decidió llamar un viejo amigo del cuartel policía y ponerse a hacer lo que más le gusta: ser un detective estratégico.Tenían pocas pistas que, de por sí, eran mediocres e inútiles. Empezó a investigar yendo a visitar primero a familiares de la joven lo cual fue inútil, se negaron a dar información. Pero,logró comunicarse con su mejor amiga Jane. Holmes pudo notar la tensión al expresar datos de la última vez que se vieron con la desaparecida. Mientras anotaba cada detalle de la joven, notó que un hombre, alto, flaco, con barba, gafas y gorro los observaba de lejos. Holmes paró el testimonio y fue a comunicarse con las autoridades.

Llegó exaltado diciendo que ya tenía todo, que él estaba seguro de lo que hablaba. Persiguieron al muchacho, lo detuvieron y allanaron su casa. Al llegar ese lugar, Holmes encontró una gran variedad de fotos de Jane, que le dieron la idea de que ella sería la próxima. Era el culpable perfecto, mientras tanto, en la comisaria, el muchacho declaraba que él no había secuestrado a la joven desaparecida, que había llegado a la ciudad hace solo 2 horas, era imposible pero Holmes, en su casa, había encontrado una gran escena del crimen: el sótano estaba repleto de extrañas armas y, mientras observaba el lugar, se imaginaba detalle por detalle dónde él escondería a la joven desaparecida. Sonó el celular de Holmes, Jane se encontraba en la comisaría. El detenido era su marido, era inocente y el caso de nuevo se abría.

Pasó a explicar que ese lugar realmente no era su casa, era de su padre, un enfermo psicópata que estaba bajo arrestro hace varios años;eso explicaba lo del sótano. Para Holmes, fue un desperdicio de tiempo pero notó en Jane esa sensación de que debía decir algo y le tomó otro testimonio.

Allí la muchacha confesó todo: que el último día que se había visto con su mejor amiga, en realidad, estaba arreglando vía internet para encontrarse con un chico detrás del restorant King. Holmes fue hacia el lugar, se bajó de su coche y encontró marcas feroces en el piso de un auto, pidió ver las cámaras de seguridad y allí estaba “la muchacha desaparecida” siendo secuestrada por aquel chico. Homes sabía qué hacer: salir de nuevo hacia el lugar de encuentro y resolver ese misterio.

Parado allí, se puso en la piel del criminal y siguió el rastro del gran descuido. Sí, las ruedas del auto llegaban hacia un campo, donde ya no dejaban rastro. Él lo sabía, la muchacha desaparecida se encontraba allí adentro, quien sabe dónde. Llamó a las autoridades y comenzó el rastrillaje. Se encontraron ante la escena del crimen: un granero y, adentro, la muchacha desaparecida ya muerta. El criminal había realizado una masacre con su cuerpo: se encontraba descuartizado. A Holmes no le dejó otra opción que mirar las armas utilizadas para matarla. La había mantenido cautiva durante una semana entera, se aviso a los familiares, y lo único que quedaba por hacer era poner bajo arresto a el asesino.

Fue sencillo, Holmes ya lo tenía ubicado, las pistas eran claras: era un hombre enfermo de Internet, que vivía en ese campo, su casa estaba a unos 800 metros del horror. Homes lo sabía desde el momento que entró a ese granero, la revelación estuvo vinculada con las pisadas de sus zapatos viejos por todo alrededor. Mandó a las autoridades a buscarlo, les dijo el punto geográfico exacto donde se encontraba y así fue que, a los pocos minutos, el criminal se vio en el coche de la policía, junto con su sentencia a muerte .

lunes, 12 de septiembre de 2011

El ruido


Y ella le dijo a él: “shhhh… hagamos un silencio que se pueda escuchar".


Micaela Correa

El hielo



“Cuando me detuve a ver la vida, sentí que me derretía.”

Micaela Correa

La casita del árbol


“Una tardecita, la familia Díaz se había mudado a una nueva casa quinta. Los nenes felices fueron a jugar al patio y vieron un árbol gigante que, entre sus hojas, ocultaba algo: una hermosa casita de madera se acercaron sorprendidos. Las ventanas y las puertas se abrían y cerraban solas. Asustados salieron corriendo. Contaron todo a sus padres, los escucharon y fueron hacia el lugar. Se acercaron, había desaparecido. El árbol estaba sin hojas”

Verónica Cabrera

EL REFLEJO




“Escuchaba la lluvia caer. Miraba cómo las gotas se deslizaban por la ventana. Ahí fue cuando lo vio después de tanto tiempo, con una sonrisa y, a la vez, una lágrima. Fue cuando comprendió que no lo volvería a ver”


Paola Nikoden

miércoles, 16 de marzo de 2011

MADAME BOVARY EN LA MIRADA DE VARGAS LLOSA

COMPARTO CON USTEDES ESTE INTERESANTE VIDEO EN LA QUE VARGAS LLOSA REMEMORA LA EXPERIENCIA QUE LE GENERÓ LA LECTURA DE ESTA OBRA; ADEMÁS, DE UNA INTERESANTE CONTEXTUALIZACIÒN DE LA OBRA Y FRAGMENTOS LEÍDOS.


lunes, 14 de marzo de 2011

La importancia de la lectura

Compartir.La experiencia de leer, escuchar y contar historias sigue ejerciendo una atracción tal sobre niños, adolescentes y adultos, que todavía ni la televisión ni Internet ni toda la parafernalia de los juegos electrónicos han logrado emular. Por eso, resulta oportuno -ahora que, mal que mal, las clases han comenzado en casi todas las escuelas de la Argentina- volver sobre este tema: la importancia de la lectura para una sociedad como la nuestra, que apenas empieza a salir adelante después de vivir una de las más importantes crisis social y económica de su historia.

Una muy reciente visita al país del pedagogo italiano Francesco Tonucci sirvió para entrar en contacto con las ideas de un reconocido especialista que no le tiene miedo a imaginar soluciones posibles a la decadencia de la enseñanza en todo el mundo. Por esa razón, prestigia el "milagro de la lectura", como lo llama, por sobre muchas otras actividades escolares: "Leerles a los chicos 15 minutos por día es llevarlos al milagro de la lectura". Y agrega otro pensamiento, fundamental para poner en marcha el acto educativo: "Un buen maestro es alguien a quien le gusta leer".

El acto de leer, ya sea que uno escuche leer o lea para sí o en voz alta para otro, es aprendizaje y divertimento. Quien haya estado alguna vez en un aula sabe bien del estado de encantamiento en que caen los niños y adolescentes cuando se les lee un cuento. Pero para tener alumnos lectores, no basta sólo con un maestro lector. Es fundamental que en el hogar de esos niños haya padres lectores, que haya una pequeña biblioteca, que haya, en fin, esos objetos casi mágicos que son los libros. ¿Cómo puede un niño entender la importancia de leer si nunca ha visto a su padre hacerlo, si nunca ha deseado intensamente poder leer también él solo como lo hace su madre cuando le lee en voz alta?

Justo es reconocer que dentro de la sociedad argentina se están haciendo grandes esfuerzos para reparar esa deficiencia. Y eso ocurre tanto en el ámbito institucional como en el privado: los ministerios de Educación, Ciencia y Tecnología, y de Justicia, por un lado, y entidades privadas como ONG y asociaciones civiles, por el otro. El Ministerio de Educación desarrolla desde hace casi cuatro años una campaña nacional de lectura, a través de la edición de cuentos para distribuir en las canchas de fútbol, en los hospitales, en los medios de transporte y hasta en las peluquerías, además de unirse a reconocidas fundaciones, como la Fundación Mempo Giardinelli y sus Abuelas y Abuelos Cuentacuentos (una selección de cuentos para chicos de 5 a 7 años), que han llevado su ejemplo más allá de su provincia, Chaco, y ya están llegando a la ciudad de Buenos Aires junto con PAMI y la Fundación YPF (Cuentos para compartir entre adultos y niños, abuelos y nietos, para disfrutar juntos del placer de la lectura).

Una destacable iniciativa fue la del Ministerio de Justicia, cuando, con la colaboración de los presos que trabajan en los talleres braille de unidades penitenciarias, presentó en la Feria del Libro de 2005 una serie de cuentos fundamentales de los principales escritores argentinos en ese sistema para ser entregados a colegios de niños invidentes. Cabe señalar también la intensa actividad de la Fundación Leer, que desde 1997 no ha dejado de trabajar en la formación del hábito lector. En la localidad de Moreno, esta ONG comenzará a implementar, junto con 14 centros de desarrollo integral municipales, el programa La Importancia de Leer, destinado a fortalecer las capacidades del personal de los centros que atiende a niños de hasta 5 años; en breve, todos ellos tendrán sus rincones de lectura, con libros nuevos elegidos por los directivos de acuerdo con las edades de los chicos, también para paliar el enorme vacío que hay para niños de esta edad, que no tienen acceso a la educación formal oficial.

Vale la pena recordar una última enseñanza que, como buen pedagogo, dejó Tonucci en su paso por el país: la lectura es un placer que se contagia; no se impone. La sociedad argentina no puede desperdiciar una de las herramientas fundamentales para que una comunidad crezca, pero tampoco puede, por negligencia o ignorancia, darse el gusto de ver desaparecer lo que una vez fue uno de los rasgos de su identidad como país: las editoriales más importantes en español de América latina en el siglo XX fueron argentinas. Y lo fueron porque los argentinos eran grandes lectores.


fuente:http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=888670