domingo, 26 de agosto de 2012

NO HABÍA OTRA DESCRIPCIÓN...


Enamorado. No había otra descripción…
Ese rostro, su mirada tan atenta, su sonrisa tan brillante como el Sol en el amanecer, en fin, se sentía enamorado.
Así se encontraba luego de sus largas huidas del pueblo, donde las doncellas eran bellísimas, y los caballeros lo perseguían por todo el pantano para encerrarlo, todo por tomarle la mano a una de ellas.
- ¡No escaparás de esta chico, va a ser la última vez que te atrevas a meterte en este pueblo, todo por la mujer de un Templario! ¡Será tu última huida, me escuchas!
William corría, hasta que sus piernas no podían más, pero lo lograba. Ingresaba en el pantano y seguía corriendo, atravesando peligros ahí dentro. Incluso, lograba escuchar el eco de los Caballeros gritándole desesperadamente por atraparlo, pero ya era inútil.
Una vez atravesado el pantano, William retomaba su camino hacia su pueblo, contemplando el hermoso paisaje, con pequeños lagos y arbustos de bayas a su alrededor.

En su pueblo, empieza a correr la noticia entre los colonos:
- ¡Caballeros! ¡Eso dicen! – afirma una mujer, desesperada.
- Se comenta que los caballeros piensan atacar esa comunidad… me parece una tontería.
Algo irónico, porque supuestamente, hace unos años atrás, este pueblo era considerado como un templo antiguo de sacrificios de los Templarios. Ha sido un lugar incontenible de batallas y sacrificios, porque cada pueblo que reinaba ahí, terminaba sacrificado, muerto o desaparecido.
- ¡Como puedes estar tan… AHÍ VIENEN! – grita una señora estremecida.
A lo lejos, se escucha la tropa de caballos que galopean ferozmente. Entre el galopeo y el ruido de las armaduras chocando una con la otra, la gente empieza a alertarse y los guardias del pueblo se preparan para defender sus tierras, pero en un instante, el ruido va desapareciendo hasta escuchar simplemente un silencio absoluto.
La guardia del pueblo, se coloca en el corazón de la ciudad, quietos, sin mover un pelo, esperando el momento. Aunque ese instante, termina, cuando extrañamente desaparece toda la tropilla, y entra solamente un caballero a la ciudad, montado en su caballo, mostrando su sable reflejado por la luz del Sol y esa armadura, prácticamente, indestructible.
Se acerca a la guardia, deja una nota y se marcha. Nuevamente, se escucha el ruido de la tropilla ferozmente galopando, aunque el sonido se pierde a lo lejos, ingresando a los montes.
El guardia, curiosamente, lee la nota del caballero para sí mismo y luego la interprete a los habitantes, por detrás.
- El Rey Ignacio reclama este territorio pues, el mismo, pertenecía a un antiguo templo religioso y afirma su anexión. Abandonad su lugar inmediatamente, si desean seguir con sus vidas.
El pueblo, estremecido por la noticia, empieza a murmullar:
- No puede ser posible, no, no… no lo puedo creer.
- No podemos escapar, este es nuestro hogar.
Después de un largo momento de discusión y situaciones, la gente se disipa y vuelve a sus casas para abandonar el lugar.
A la mañana siguiente, la guardia del pueblo junto a su príncipe, le comunican al pueblo que no abandonaran el lugar, pues, el antiguo templo tiene muchos años y ya nada de eso existe. Todos los templarios desaparecieron o han muerto. Entonces, recomiendan a la población a quedarse y defender su tierra, pues, es su hogar y no se pueden marchar.
La gente, tranquilizándose, acepta y se preparan rápidamente para conservar su hogar.
Mientras tanto, William regresa al pantano, donde queda paralizado. Una de las doncellas que él anhelaba constantemente, se presenta. William, sorprendido, se esconde tras un árbol seco, pero ella lo descubre rápidamente.
- ¿Quién anda ahí? Acércate, no lastimo yo…
Al mostrar su rostro, la doncella queda enamorada. Era ese sujeto que le besó la mano y tuvo que huir.
- ¡Te reconozco! ¡Tú eres el joven que me besó la mano!
- Sí, fui yo… - responde William, nervioso.
- ¡No tengas miedo! No te voy a correr… acércate.
William quedó hipnotizado con ella. Su voz parecía de un ángel que descendía de las nubes.
- Si me ven los caballeros contigo, me encerrarán.
- Sí, es muy seguro. Pero, no quiero seguir estando bajo sus órdenes. Yo quiero una vida así…
- ¿Cómo así? No puedes vivir en un Pantano, es muy peligroso.
- No, ya lo sé. – Sonríe la mujer – Pero quisiera vivir fuera de todo, de un pueblo. Amo la soledad, la tranquilidad. Caminar por la noche, bajo la luz de la luna, escuchar a los lobos aullar a la Luna llena... No te gusta esto a vos?
- Sí, aunque me gusta estar más contigo. Pero va a ser imposible, tú nunca podréis abandonar tu pueblo y yo nunca podré estar contigo, pues moriré en el intento.
La mujer no pudo contener su emoción, luego de escuchar esas palabras del joven enamorado por ella.
- Haré lo posible para estar contigo, pero tendrás que esperar…
De repente, se escucha un sonido estremecedor. La caballería junto a sus caballeros, avanzaban rápidamente sobre el pantano…
- Rápido, escóndete atrás de esos arbustos. Que no te vean conmigo.
La mujer se relaja, simulando que nada había pasado, cuando se detiene los caballeros delante de ella.
- ¿Qué haces por aquí? ¿Estás con alguien? Te prohibí venir para este lugar, ya lo sabes…
- Lo siento señor. Pero no pude evitarlo…
- Ya está. ¡Cállate!... Ahora ven conmigo, que tengo un trabajo para vos.
El caballero toma a la doncella y la lleva consigo de vuelta al castillo. Mientras, William sorprendido que no lo descubriera, vuelve a su pueblo.
En su camino, no puede creer lo que ve. Su pueblo, fue atacado… destrucción por todos lados: Casas envueltas en llamas, sangre por todo el camino. William cruza el corazón de la ciudad, sin rastros de nadie. Al otro extremo, encuentra a la población desesperada, gritando sin cesar.
La guardia de la ciudad, al no poder contener el ataque, les ofrece espadas y diferentes objetos a los hombres para proteger sus bienes y a las mujeres. William, consternado, no puede creer lo que ve. Todo está totalmente destruido…
El joven toma una espada que le brinda un guardia y una breve instrucción de cómo utilizarla, aunque es en vano.
Los caballeros se presentan nuevamente en la población, tapados y armados. La población se dispersa rápidamente por todas partes, para escapar del ataque.
En eso, un caballero lo observa fijamente a William y lo persigue hasta salir del pueblo.
Con su espada en la mano, William se mete al pantano, con la intención de perderlo de vista; llega a su lugar, donde se encontró con la hermosa doncella y se esconde tras el mismo arbusto. Espera y espera, hasta oír el galopeo de un caballo que se acerca.
El joven espera el momento de atacar al caballero con lo poco que aprendió del guardia. El caballero se acerca y de un golpe mortal, William logra derribarlo de su caballo. En ese momento, el joven se lanza sobre él, con su espada y la clava en el pecho, haciéndolo agonizar hasta sus últimos minutos. Cuando le saca su casco para ver el rostro detrás de esa armadura, nunca imaginó que el caballero sería la mujer que amaba y anhelaba enamoradamente.
William se desvanece sobre el suelo, no puede creer que mató a la mujer con la que hubiera querido pasar toda su vida. Grita desesperadamente, llora y enloquece, se siente vacío.
En ese momento, aparece el caballero que lo amenazó cuando se escapaba de aquella vez del castillo:
- ¿Crees que no te vi? ¿Acaso pensabas que ese arbusto te iba a salvar? No, chico, no somos tan tontos… por algo somos caballeros. Esta traidora merecía algo peor, pero como lo hiciste vos, me siento honrado. No soy culpable de nada… Y, te dije, te dije que te iba a atrapar, sabes. Ahora vamos… – le ordena el caballero.
William, ya totalmente destruido por dentro, se levanta y el guardia lo lleva hasta su pueblo. Durante el camino, veía a las personas abandonar su hogar, con dos o tres pertenencias. Al llegar al corazón de la ciudad, se sitúan en la Iglesia, supuestamente, antiguo templo religioso.
El caballero lo agarra del brazo y le dice:
- Acá termina tu huida, chico, ya nada podrá salvarte. Los dioses te quieren y es mi obligación llevarte con ellos…
- ¿A qué te refieres? – responde William con lo último de sus fuerzas.
- No necesitas escuchar más… ahora, arrodíllate.
William obedece y no cree lo que ve. Uno de los guardias y el príncipe estaban tirados delante de él, sin señal de vida.
Era su fin, el caballero alzó su espada y reclamó:
- Ya no volverás a tocar lo que no te pertenece…
Y el caballero toma su enorme espada y asesina al joven, como un sacrificio a los espíritus.


MATÍAS MUHR, 5º 4º, 2012









 

EL ASESINO DEL DOCTOR

      Era un día lluvioso con grandes ráfagas de viento, cuando a la medianoche, aproximadamente 12:40hs, entró la señora del General Fernández a la comisaría tercera de Comodoro Rivadavia a denunciar que en la casa vecina se oían fuertes golpes y gritos. Esto hizo movilizar a los oficiales de guardia hasta el lugar de los hechos.
     Al llegar al lugar, luego de haber recorrido diez cuadras, percibieron un ambiente cálido y angelical donde reinaba la paz y el silencio, donde solo se oían algunas pequeñas voces que provenían de algunas casas en dónde todavía sus habitantes miraban televisión. Los oficiales decidieron golpear la puerta de la que la señora les señaló como “la casa de los golpes”; de allí, salió un viejo señor no muy alto con pijama y pantuflas. Al informarles por qué estaban ahí, el viejo dijo que no había escuchado nada y que hacía varias horas que estaba acostado leyend0. Los oficiales, luego de escuchar este relato, decidieron marcharse.
    Al otro día, volvieron al barrio a preguntar a los vecinos si no habían escuchado ruidos extraños provenientes del interior de la casa de Eusebio, ese era el nombre del viejo. Los vecinos dijeron no haber escuchado nada y que Eusebio era un viejo muy extraño y solitario, que no hablaba con nadie y que pasaba  gran parte del día encerrado en su casa leyendo. Luego de ver que todos los vecinos coincidían en que no habían escuchado nada y que el viejo era muy solitario vuelven a informarle esto al comisario:
-Señor, los vecinos dicen no haber escuchado nada.
-Bueno, igual, por la noche van a ir a recorrer el lugar en un móvil.
      Al llegar la noche, los oficiales de guardia subieron a la camioneta y empezaron a desandar el camino que los depositó en “los naranjos”, ese era el nombre del barrio, al llegar al lugar percibieron que estaba todo muy calmo, a pesar de la intensa lluvia que caía ya hacía varias horas. Cuando pasaron por la casa de Eusebio, observaron que en el patio había una luz que les llamó la atención. Entonces, decidieron golpear para preguntar qué es lo que ocurría.
     Al abrir la puerta, observaron que el viejo estaba todo mojado como si hubiese estado afuera varias horas.
-Buenas noches.
-Buenas noches,- dijo el viejo- ¿qué los trae por aquí?
-¿Queríamos saber por qué tiene la luz de su patio prendida?
   Este vaciló un rato y luego respondió:
-La prendí porque estoy destapando una canaleta que se encuentra tapada con hojas y no deja pasar el agua.
Los oficiales, un poco pensativos pero al fin satisfechos por la respuesta, dijeron:
-¿Necesita ayuda don Eusebio?
-No, muchas gracias- dijo el viejo y despidió a los oficiales muy gentilmente.
   Los señores subieron nuevamente al móvil y siguieron con su recorrido viendo que todo estaba muy tranquilo.
   De repente, recibieron un llamado que provenía de la casa del General Fernández, era la señora de este. Decía que veía  al viejo en su patio hacia ya varias horas, y que ella no veía muy bien porque la tapaba el paredón de su casa pero algo raro estaba pasando.
   Los oficiales al escuchar esto retomaron su camino hasta la casa del viejo, se bajaron de su móvil y sin golpear abrieron la puerta de una patada. Ya dentro de la casa pudieron observar que poseía varias antigüedades como cuadros de Picasso y Berni y también armas de fuego como pistolas, fusiles y una escopeta que tenía todas las señales de haber sido usada hace muy poco tiempo.
   Al llegar a la puerta del patio, también de una patada la abrieron y vieron a Eusebio que estaba tapando un pozo en el medio de su patio debajo de un roble que parecía muy añejo.         Eusebio estupefacto no sabía qué hacer.

-¿Qué está haciendo? -dijeron los oficiales con voz alta y gruesa.

El viejo seguía inmóvil sin saber que decir.

Los oficiales se acercaron al lugar y observan que, en el interior del pozo, había algo muy raro; al fin pudieron distinguir, a pesar de la intensa lluvia, que se trataba de un cuerpo humano. Muy sorprendidos decidieron esposar al autor del hecho y llamaron a la comisaría para informar de lo sucedido.

Al llegar al lugar, los peritos policiales desenterraron el cuerpo y luego de varios análisis descubrieron que era Jacinto Segundo Martínez, un doctor de Comodoro Rivadavia, hijo de doña Josefa y don José Martínez, los cuales habían sido vecinos del barrio y que, según dicen, desde que aparecieron siempre tuvieron  problemas con Eusebio porque, varias veces, Jacinto le había querido robar la colección de armas de su finado padre, que poseía en el living y que para el viejo eran muy importantes.

Es por eso que se cree que Eusebio terminó con la vida del doctor, luego que este fuese a su casa a revisar su estado de salud.

 A Eusebio por el crimen lo condenaron a cadena perpetua, aunque no estuvo mucho en prisión ya que murió por una grave enfermedad. Y, desde entonces, en la casa se escuchan extraños ruidos por las noches, se dice que son los espíritus de Eusebio y Jacinto aunque nadie hasta la actualidad se animó a entrar y revisar la casa.
PABLO OLGUIN, 5º 4º, 2012

sábado, 25 de agosto de 2012

ANIMALES SALVAJES

 
        Cuenta la leyenda que en los jardines y bosques del Monasterio se oían los aullidos de lobos. Fernando, el capitán de los soldados, iba junto a ellos en busca de animales salvajes.  Poco a poco, fueron apagando el murmullo de sus voces, para poder oír mejor e intentar saber hacia qué lado se dirigían.
         De repente, al cruzar un puente, veían que, a muy pocos metros, se encontraba una manada de lobos; inmediatamente, se prepararon para enfrentarse con los mismos pero, rápidamente, escucharon que, detrás de ellos, venía corriendo otro animal, un ciervo.
         En la desesperación, comenzaron a dispararle. Al matarlo, Fernando se dio cuenta que  el ciervo en su boca traía un papel. Rápidamente, fue corriendo en su  busca y, al tomarlo, leyó: NO NOS MATEN, SOLO QUEREMOS VIVIR AL IGUAL QUE USTEDES!
         Su carácter solitario le permitía pensar en lo ocurrido, miró fijamente a sus soldados y exclamó: NO LO HAGAN, ELLOS TAMBIÉN MERECEN VIVIR!
         Los soldados atemorizados, no entendían que era lo que estaba sucediendo. Todos miraron fijamente a Fernando y exclamaron: SINO LO HACEMOS, VAMOS A MORIR!
 Ël respondió: "NO TEMAN, solo son animales y lo único que estan haciendo es buscar a su amigo el ciervo. Ya es tarde,debemos regresar".
         Desde entonces, nadie supo sobre Fernando y sus soldados.
 
Florencia Pavón, 5º 2º, 2012.

EL SIRVIENTE DE FLORENCIA

   Sin moverse o defenderse. Sin decir una sola palabra, Ezio Auditore recibía los agotadores golpes de su patrón Rodrigo Borgia.
   Sirviente de la familia de generación en generación , Ezio era un hombre sin maldad, digno de honestidad y de guardar en él cualquier secreto que se le fuera confesado. ¿Por qué golpearlo? ¿Por trabajar mal, por desobediencia, quizás? No, por el simple hecho de mirar a los ojos a una señorita cuya belleza haría sonrojar hasta el hombre más rudo.
   Miraba sus ojos, esos ojos color café, tan llenos de vida, tan brillantes como el amanecer en primavera, tan hermosos como una rosa que se abre al salir el Sol
-¿¡Por qué miráis tanto a Claudia !? Eres una escoria inmunda, indigno de ver a una dama a los ojos. Eres como tu padre, amante de las zorras callejeras, sin respeto alguno hacia las mujeres.
   Los golpes cesaron. El criado se recomponía lentamente hasta ponerse de rodillas. Puso su mano derecha en su corazón y dijo:
-Lo siento señor, fue una tontera, jamás volverá a pasar
-La próxima vez que vuelvas a hacerlo te cortaré el cuello y clavaré tu cabeza en la entrada de mi casa ¿Me entiendes…? ¿¡Me entiendes!?
-Sí señor, sí
   Rodrigo se retiró de la sala, cerrando la puerta con furia. Ezio, asustado, ya en pie y con lágrimas cayendo hacia sus mejillas, fue hacia el patio mirando el piso. Allí lo esperaba su patrona, María Alejandra Borgia:
-Ezio, debes traerme unas pinturas que encargué hace unos días. Ve al taller de Leonardo está a unos metros, no muy lejos de aquí.
- Sus deseos son órdenes, mi señora. El sirviente marchó a ver al artista.
   Era una tarde oscura y triste en la ciudad de Florencia. Las nubes tapaban cada rayo de Sol que se les pusiera en su camino. Parecía un escenario, típico de un velorio o un entierro. Al llegar al taller, se encontró con un personaje vestido de rojo, que le sonreía:
-¿Eres el sirviente de los Borgia?
- Sí, señor – contestó – He venido aquí a buscar unos cuadros
-Mucho gusto, soy Leonardo Da Vinci, los cuadros están en aquella caja, llévaselos a María y envíale mis respetos.
   Al volver Ezio escuchó la voz de Claudia, creando una tonada tan hipnótica, tan sinfónica y perfecta. El sirviente no se movió, se quedó ahí, escuchando los suaves y hermosos tonos que provenían de su amada.
   Tras llevar las pinturas a María, el joven criado decidió ir hasta la habitación de Claudia, a seguir escuchándola. De repente, todo se calló, todo era silencio:
-¡Ezio! ¿Qué haces aquí?
-He llegado hasta tu cuarto escuchando tu dulce melodía amor mío
- Ohhh, Ezio, ¿Es que no lo entiendes? No podemos estar juntos, ni siquiera podemos mirarnos. Vete de aquí antes de que te descubra mi padre.
-Lo sé, Claudia, pero si morir fuera necesario para que sepas cuánto te amo lo haré.
- Ezio, me conmueves. Pero jamás estaremos juntos, mi familia te odia y nunca ablandarán sus corazones. Son personas cuya conciencia les impide amar.
   Con dolor en su corazón, un nudo en la garganta y un vacío en su alma, Ezio afrontó la triste realidad en la que vivía pero jamás se resignó a dejar de amar a Claudia. Para él, ella lo era todo.
   Al día siguiente llegó a la mansión Borgia un caballero sobre un caballo negro, vestido con la elegancia de un duque, con una sonrisa de dudosa felicidad y con sus ojos cubiertos por un antifaz.
El servidor le abrió la puerta preguntando:
-¿En qué puedo ayudarle señor?
El refinado hombre le respondió:
-         Soy Petruccio Di Medici, prometido de la hermosa Claudia Auditore, ¿Puedo pasar?
   El criado notaba algo familiar en su voz, en la manera en la que movía sus labios, en el tono de sus ojos.
-         No tienes nada que hacer aquí – replicó Ezio – Claudia es mía, tú eres un simple extraño a que veo por primera vez.
-         Muévete, esclavo estúpido, antes de que saque mi espada y te despedace por mil partes.
   En ése momento, el leal seguidor de Claudia recordaba las palabras que su padre había dicho: “Ezio, sólo se muere una vez, haz que valga la pena”. Fue en ese momento cuando decidió poner los brazos bloqueando la puerta y decir:
-No te dejaré pasar
-Está bien, no me dejas otra opción.
   Petruccio desenvainó su espada y cortó el cuello del pobre Auditore asesinándolo en el acto. Al contemplar tan horrible escena Claudia, tomó la ballesta de su padre y le disparó al asesino de Ezio en el medio del pecho. Sangrando, el caballero balbuceó:
-¿Por qué?
- Puede que nunca tenga una respuesta, puede que nunca entienda el por qué, pero amaba a Ezio y tú me lo has robado, me lo has arrebatado.
   El caballero lentamente fue muriendo sobre el suelo de la entrada de los Borgia. Claudia, sabía que jamás iba a superar el hecho de presenciar dos muertes frente a sus ojos. Con un estado de shock, fue hasta la catedral de Florencia, subió hasta el gran campanario y se arrojó desde allí con los brazos abiertos, libre de penas y de temores terminó con su vida.
   Pero… ¿Qué pasó con su padre? Fue encontrado en la entrada de su casa junto a un sirviente degollado con una flecha que lo atravesaba de lado a lado.
                                          Samuel Riegler, 5º 4º, 2012

jueves, 23 de agosto de 2012

AURA DE CARLOS FUENTES

                          Comparto las ilustraciones que creó Facundo a partir esta novela corta de Carlos Fuentes. Sé que son imágenes que nos harán revivir pasajes inolvidables.
    Muchas gracias, Facundo




martes, 21 de agosto de 2012

PIER: UN ALMA EN PENA

   Ya hacía tiempo que no era el mismo de siempre. Anteriormente, su vida estaba en total armonía. Materialmente, nada le hacía falta.
   Él, rodeado de estatuas, pinturas originales de artistas de la época y su amando piano de cola negro.
Permanecía en su habitación, aislado de todo. Ese cuarto tan oscuro, pedía a gritos un poco de luz. Se había tornado un ambiente frío y hasta daba un poco de miedo.
- ¿Qué no puedo estar tranquilo?
- Pier, hijo mío, por favor, ábreme la puerta.
- Está bien padre, pasa.
- No pude evitar escuchar las notas de tu piano y éstas no me agradan. Amaba tus melodías tan alegres y cálidas, ahora las noto tristes. Tristes como tu mirada. El brillo en tus ojos se está perdiendo. Se apaga como el brillo de una estrella fugaz cuando se va extinguiendo. Noto una melancolía inmensa en tu rostro, en esas mejillas caías, tu piel pálida casi blanca. Tu boca nula de expresión. Tu cuerpo cada vez más débil. Estás dejando que tu vida se vaya, todo por esa mujer.
- ¡Cállate, padre! ¿Para eso te he dejado pasar? ¿Para que me regañes? Además,  ¡tú no sabes nada!
Ella era todo para mí. Ahora, sin ella, ya no tengo nada....
   Él estaba perdidamente enamorado de esa mujer. Recuerda todo el tiempo su cara, ve sus ojos "azul cielo" contemplados en las estrellas.
   Mira a través de su ventana con un marco de madera y unas terminaciones en bronce gastado.
   Estaba lloviendo. En el cristal, se quedó colgada una gota y el brillo que reflejaba le hacía recordar a la sonrisa de Elizabeth.

   Se conocieron en verano. Las flores tenían un aroma dulce, especial. Los días eran soleados.  Mordok era el lugar ideal para enamorarse.
   En las tardes, se podía apreciar su cielo anaranjado y la vista era perfecta desde aquel castillo viejo y abandonado donde ellos solían verse.
   Parecía todo perfecto. Estaban hechos el uno para el otro. Ella siempre vestía muy elegante y femenina con sus aros y collar de perlas, su corset en tonos pastel  y una amplia pollera que combinaba.
   Sus rizos  eran dorados, entre ellos los rayos del sol jugaban dándoles un brillo especial. Ese brillo se asimilaba a los ojos de Pier cada vez que la veía.
   Ella, desde el primer día que la vio, fue su musa inspiradora. Él era un pianista con un gran futuro. Sus melodías ya eran escuchadas en todo Mordok y prometía ir mucho, mucho más lejos. Todo ese verano lo pasaron juntos y felices. Pero, como ya era sabido, junto con el final de los días calurosos, terminaba su romance.
   Los dos lloraron y prometieron escribirse cartas a diario. Y así fue. Todos los días les llegaba correo a uno, del otro.
   Pero un día Elizabeth dejó de escribirle. Pier siguió escribiéndole día a día, pero ella no contestaba.
   Un día le respondió. Ese día, la vida de Pier cambió para siempre.
   Las lágrimas se le caían al leer esa carta. En ella decía: "Querido Pier: los días que hemos pasado fueron maravillosos, pero tengo que pedirte que ya no me escribas. Estoy comprometida y en poco tiempo será mi boda".
   Sus días se tornaron tristes, amargos. No podía parar de llorar. Estaba ahogado en una melancolía profunda. No hacía más que pensar en ella. No podía seguir viviendo así. Sentía un dolor inmenso en su alma. Ya no comía. Dejó de ver la luz del sol y lo único que hacía era tocar su piano.

   Una tarde de lluvia lo encontraron muerto al lado de su amado piano. Muchos dicen que se suicidó, otros que la tristeza que él sentía lo mató. Pero todos afirmaban una cosa: en las noches de verano, la gente que pasaba por su hogar podía escuchar su piano.
   La última composición que escribió que era tan triste que parecía gritar desesperadamente ayuda y se escuchaba su tenebrosa y desgarrada voz  diciendo: ¡Elizabeth regresa! ¡Elizabeth!...

Cecilia Anahi Salvarezza, 2012, 5º 4º

Los ojos de Jenny

     Hace mucho tiempo la conocí. Y me enamoré
    Le escrito cartas anónimas, canciones y de más…
    Pero todo anónimo
    Yo creo que he visto unos ojos como los que pintaré en esta leyenda. Quizás los soñé antes de conocerlos pero yo los vi. Eran luminosos, brillantes, bien negros.

"Herida está ella, su padre ha muerto.
 Herida va, sola está
 No hay duda que madre no tenía.
 La tristeza la ha matado.
 No hay duda que ella sí es fuerte.
 Aunque sola se ha quedado
 Sola la vi, caminando ella, estaba sola, la vi.
 Consuelo necesitaba."
 


 "A un caballo subió y salió galopando.
-Señor –Murmuró mi amigo- sígala
-¡Imposible!- ¿y por qué?
- Porque la ama aunque yo solo sea quien lo sepa. –Prosiguió mi amigo-."


     Muchos años pasaron, esas cartas ya no las escribía con gusto; la veía feliz y contenta y, cada noche, iba a visitarla un hombre.  En un tiempo, no le escribí más ni canciones ni nada…

     Me mudé a Francia, años después volví, miré su casa y estaba sin vida y con telarañas. Golpeé la puerta y una vecina me dijo que había muerto de tristeza y que había dejado una carta para su admirador. Con inseguridad respondí: "¿Me la puede dar? Llegará a manos correctas".
    Cuando me la dio me senté en las escaleras de mi antigua casa a leerla:

       “Mi querido admirador:
                                        te has olvidado de mí; luego que dejaste de escribirme, mi primo venía a verme.
Él era mi único consuelo, se vino de Francia a verme y se quedó a cuidarme. Luego, tuvo que irse porque sus vacaciones habían terminado. Se fue y yo, sin estar a tu lado, me hundí en una depresión que solo tus cartas comprenderían, que solo tus canciones me animarían, pero veo que te has olvidado de mí y tienes a alguien más a tu lado”
   Después de leer esta carta, lloré tanto pero tanto, que no me quedaron lágrimas; fui a tocar la puerta de la vecina que me avisó de su muerte y le pregunté: "¿Cómo murió ella?" A lo que me respondió: “se ató a un palo y se ahorcó; cuando mi marido la encontró- porque ahí trabajaba- ya era tarde. “
   Yo me fui llorando, mi amada había muerto. Solo me quedé solo para siempre. Fui a dónde me dijeron que se mató, estaba su sangre y ella no. Me despedí de la vida y me até con la misma soga que ella. "Moriré en agonía, moriré no en paz, moriré".
    Al decir esto me colgué y adiós mundo cruel..


Yanina Hobaica, 2012, 5º4º



LA CARTA

     Realmente no sé cómo sucedió; tal vez fue producto del demonio que me poseía, estoy muy apenado.
     La historia comenzó así: era un día soleado y yo salía como todas las mañanas a caminar por el bosque, cuando de repente me encuentro con la persona más hermosa que haya conocido: morocha de ojos verdes, su nombre era Antonia. De repente, sentí que me empezaba a marear y perdí el conocimiento por unos segundos. Cuando desperté, vi que ella estaba ahí y me ayudó a recuperarme, me acompañó a mi casa y, desde ese entonces, todos los días hablábamos. A medida que pasaba el tiempo, me iba enamorando cada vez más de ella.
     Fue un 14 de febrero que me empecé a sentir muy mal, a tal punto que no la quería ver. Esa noche apareció en mi casa, yo no quería abrir pero tampoco la quería ignorar; así que la invité a pasar. Empezamos a discutir porque el día anterior habíamos quedado en que  íbamos a ir al lago que estaba cruzando el bosque a la tarde.  Ahí fue dónde pasó la tragedia, fui poseído una vez más.
Yo no quise, pero lo hice y la maté. No fui yo, sino el demonio que tenía dentro mío.  Con una fuerza que no podía controlar, la tomé del cuello y la ahorqué, cuando volví a mí mismo, me di cuenta que no había marcha atrás:  ella ya había muerto.
Ahora, ustedes, se preguntarán:  ¿por qué estaba poseído?
Cuando nací mi madre fue hechizada y, en consecuencia, yo también. Casi todas las noches pierdo la razón: no soy yo; por eso, los desmayos y el mal humor.
Yo la amaba y esto no me lo voy a perdonar nunca…
Si están leyendo esta carta es porque encontraron los cuerpos.  Sentí que no podía vivir más. Esto ya se estaba yendo de las manos y es, por eso, que decido quitarme la vida.

                                                                                                               Arturo Cervantes, 2012, 5º 4º

martes, 14 de agosto de 2012

DESENCUENTRO

               Franco  y Ana se habían despedido en aquella playa solitaria que los cobijó en sus primeros encuentros. Cada cual seguiría su camino.

                Ana retomaría su vida como periodista en la gran ciudad, allá tenía su mundo, su familia y un gran futuro.

                Franco, en cambio, se quedaría allá en Mar Tranquilo donde nació. No conocía otro mundo. Su casa frente al mar, una especie de cabaña, una pequeña lancha y su dedicación por la pesca.

                Ambos se conocieron en enero y se enamoraron a primera vista, vivieron el verano más hermoso de sus vidas. Al llegar marzo, se dieron cuenta que se tenían que separar.

Ana no tenía futuro en su profesión si quedaba allí, y Franco no podía soportar vivir en la gran ciudad. Fue así que cada uno retomó con sus vidas.

                Habían pasado dos meses,  cuando por todos los medios se anunciaba la noticia que, en Mar Tranquilo, el agua había arrasado con parte del poblado. Cuando Ana se enteró, no dudó en salir para allá.

                Al llegar a la costa, ya era de noche, apenas unas pocas luces mostraban con su reflejo la desolación de ese lugar. Ana quería ubicarse para llegar a la casa de Franco y comenzó a caminar hacia la costa. Llegó hasta el lugar pero no había nada, solo una fogata en lo alto de un médano y unos hombres tratando de calentarse. Corrió hacia ellos y preguntó si conocían a Franco, los hombres se miraron entre ellos y, con el rostro lleno de dolor, le comunicaron que había desaparecido, el agua había arrasado con todo, incluso con su casa.

                Ana sintió que se le aflojaban las piernas, su corazón comenzó a latir fuertemente, no podía seguir escuchando a esos hombres. Corrió hacia la costa y comenzó a llamar a Franco, sin obtener respuesta.

                Lloró sentada en la arena hasta el cansancio y, cuando se pone de pie para irse, ve en el mar la silueta de su amado pero como un invisible hilo de luz desaparece.

                Franco ya no volvería.

                                                                     Mariano Santos, 2012,  5°3°

Fantasmas, vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo

           Este es el título del libro que María está leyendo cuando Diego llega.
- ¿Por qué lees libros de fantasmas? -preguntó Diego.
- Porque me permite soltar la imaginación y así imaginarme que alguno de ellos pueda convertirse en el hombre que espero desde hace tanto tiempo, y con él correr libremente por el campo sobre el pasto mojado, con el pelo suelto, los pies descalzos y vestidos a nuestro antojo. – Responde María
- ¿Crees que algún día vendrá el fantasma que estás esperando? - Preguntó Diego.
- Sí, lo espero. 
Tal vez,  si miras a tu alrededor, veras que el fantasma  que tanto esperas está muy cerca tuyo. -Responde María.
         Diego se va y María se queda pensando que tal vez su amigo tenga razón y ella no pueda ver el amor que él tiene para darle.
                           
                                                                                   Agustín Tisnes, 2012, 5º3º

SOÑAR DESPIERTO

                      Era aquel sitio donde uno soñaría por siempre. Así  lo sabía el pequeño enano que por meses lo buscaba, sin siquiera saber si existía o no. En su trayecto, contemplaba el paisaje, guardaba en sus sueños lo más bello. Por ello, al vaguear durante horas, debía soñar una forma de almacenamiento.    
                      Quizás el ambiente, aunque sea vivo, cobraba más vida y movimiento para el pequeño. En su mundo, las flores lo envolvían y le arrojaban su bello perfume. Las aves lo llevaban de recorrido por las nubes, estas sin presumir su majestuosidad, les cedían el paso. La Luna, su toque sobre las montañas era magnífico, precisamente en invierno, donde reflejaba al increíble Sol, mostrando la totalidad de las constelaciones:
                   “Noche y día estoy mirando flotar delante de mis ojos aquellos pliegues de una tela diáfana, que intenta mostrarme algo, por detrás de las colinas “.
                     Soñó, hasta que la Luna estuviese llena. De esta forma, observaría mejor el camino. Toda una larga noche para quedar enfrentado a una robustosa planta. A un paso interrogativo, se adentró en ella, su rostro cambio completamente, no podía creer lo que veía, su mundo no había conocido semejante paraíso, allí habitaban las deidades de estos bosques.
                   El enano decidió dormir en una bella pradera, para poder recordar sus sueños en un futuro.
                   Al día siguiente, este no despertó, tramposo ese arbusto, que lo envenenó sin rencor.


                                  Facundo Casales,2012, 5º3º                                                        

viernes, 10 de agosto de 2012

NOVEDADES TECNOLÓGICAS

           Los invito a compartir este power en el que se presenta  un interesante dispositivo  que todos deberíamos utilizar:

DÍA DEL LIBRO- PRODUCCIONES DE 5° 3° Y 5° 4°